Nadie pudo parar lo inevitable. Todo hacía presagiar
lo que finalmente sucedió, especialmente tras el paseo que se dio la selección
de –por aquel entonces- Luis Aragonés, el sabio de Hortaleza, en la Eurocopa de
2008 proclamándose campeona de Europa por segunda vez en su historia. El fútbol
es igual o más caprichoso que la vida. Fortuito, aleatorio. Sacudido por olas
de azar y espuma de suerte. De los restos de esa tanda de penaltis que ganamos
a Italia hace ya seis años nació la consumación de una generación de
futbolistas inigualable. Inalcanzable. Mucho se ha escrito y oído de lo que
vivieron esos futbolistas. De lo que sufrieron. De lo que lograron. Pero ¿qué
vivió, sufrió y logró la afición de la Roja durante el Mundial de Sudáfrica de2010? Sigan leyendo si están preparados para la nostalgia porque toca viajar en
el tiempo, sólo cuatro años atrás.
Era el año 2010 y España llegaba al Mundial de
Sudáfrica con el colgante de “Campeona de Europa” y la identidad del “fútbol
tiki-taca”. El adiós de Luis Aragonés y la recogida de testigo de Vicente del Bosque habían generado muchas dudas en la afición española, pero el despliegue
de medios de comunicación de la Península Ibérica y posterior desembarco en
tierras africanas unido a la excitación del “Waka-Waka” de Shakira, disipó
todas las sombras del fracaso en la mentalidad de España. ¡Había llegado el
Mundial! Pero, ¡ay, amigos, qué poco duró la felicidad! Si de algo es capaz la
selección de fútbol de nuestro país es de lo mejor y de lo peor al mismo
tiempo. Y así fue. El destino se alineó con la suerte y Suiza obró el milagro:
0-1. Primer partido, primera derrota. ¿Qué pasó con esa ilusión desmedida? La
afición se echó encima. La prensa se echó encima. Todos nos echamos
literalmente encima del entrenador, de los jugadores, de las novias de los
jugadores, etc. Los críticos futbolísticos, expertos eruditos en la materia,
buscaban alguna explicación grandilocuente de lo que había sucedido. Nadie
encontraba la explicación, pero España estaba contra las cuerdas.
La victoria por 2-0 ante Honduras consiguió aliviar
ligeramente la herida abierta por los suizos, pero no la curó por completo. La
afición se volcó con el equipo mientras la prensa seguía sacando punta a la
derrota inaugural y a aspectos extradeportivos de algunos jugadores. El partido
ante Chile se convirtió en la primera final de la plantilla de Vicente del
Bosque. Un equipo agresivo, duro, insaciable, incansable. Una selección que cumplía
con el prototipo de los países Sudamericanos. El conjunto español acabó
logrando la victoria por 1-2, sin desplegar su mejor juego y no exenta de
sufrimiento. La voluntariedad de los chilenos también ayudó a ello, pues les
bastaba con ese resultado para clasificarse a los octavos de final como
segundos de grupo.
¡Lo que es el fútbol! De estar eliminados, hundidos
absolutamente en la mayor vergüenza, del fracaso nacional y completamente
estrepitoso… ¡España pasaba a octavos como primera de grupo! El cruce quiso que
el país viviera un duelo casi geográfico, enfrentándonos a la Portugal de Cristiano Ronaldo. El “cerrojo luso” nos mermaba ofensivamente, mientras la
presencia de la estrella del Real Madrid creaba peligro con solo respirar cerca
de la zaga roja. ¡Y cómo soplaba! El partido avanzaba y con ello comenzaron los nervios en España. Pronto se disiparon cuando Vicente del Bosque
dio entrada a Fernando Llorente, que revolucionó completamente el encuentro con
sus ganas y su envergadura, volviendo literalmente loca a la pareja de
centrales de Portugal. Sin embargo, de sus botas no vino el gol de la victoria.
Villa se convertía en leyenda metiendo a su país en cuartos de final: 1-0.
Paraguay esperaba en cuartos. El estado de excitación
que provocó la “Roja” en el país era indescriptible. Regueros de personas
llenaron las calles con el color de su selección. Un país unido por la
sensación de que los paraguayos eran una selección menor, fácil de derrotar.
¡Creíamos que ya estábamos en semifinales y qué equivocados estábamos! La
agresividad que desplegó el equipo sudamericano sorprendió a la afición
española, que vio pasar el fracaso ante sus ojos cuando Piqué cometía un
clarísimo penalti. La estrella de Casillas no dejó de brillar en Sudáfrica 2010
y obró el milagro. Una jugada después, Xabi Alonso gozaba de la misma
oportunidad que los paraguayos y perdonaba como ellos. Otra prórroga se
avecinaba, pero el “Guaje” se hacía grande y metía a España –por primera vez en
su historia- en las semifinales del Mundial de Sudáfrica 2010.
El éxtasis estalló. La prensa generó tal nivel de
hormonamiento futbolístico que generó una ansiedad en la sociedad pocas veces
alcanzada. Lo que no haga el fútbol… El partido llegó antes de lo imaginado y
las plazas, los bares, las casas, las calles, ¡toda España se llenó para ver el
duelo contra Alemania! Final casi anticipada para muchos, los alemanes nos la
tenían jurada desde aquel gol de Torres dos años atrás que les robaba la Eurocopa de 2008. El despliegue físico de Alemania hacía pensar en Llorente
como arma de destrucción, pero Vicente del Bosque metió a Pedro en el once
inicial y el canario se salió. Bailaba con el balón con tanta clase y destreza
que la zaga alemana sólo podía observar impasible la calidad del canario. El
partido fue de España. Las plazas, los bares, las casas, las calles, ¡toda
España confiaba en su selección y sabía que iba a ganar! Sólo era cuestión de
tiempo. Y el reloj se paró en la cabeza de Puyol. Su vuelo fue el vuelo de
España, su testarazo fue el testarazo de España, su grito fue el grito de
España. Su antológico gol es el mejor resumen de aquella generación de
futbolistas que tenían el cielo a 116 minutos de distancia.
Y así fue. Ya no importan las ocasiones de Robben, ni
el fallo de Cesc, ni la agresividad desmedida de Holanda, ni la derrota ante
Suiza, ni las dudas sobre Vicente del Bosque, la novia de Casillas o las
sombras de pasado. Ya no importan las lluvias en las plazas repletas de
españoles, la angustia en los bares españoles, los gritos en las casa
españolas, las pisadas en las calles españolas. ¡Toda España rugió en el 116’!
Andrés Iniesta lo hizo. Aquello que nadie creía posible, lo hizo; aquello que
generaciones y generaciones de españoles soñaron, lo hizo; unir a toda la sociedad
de un país, lo hizo. Del silencio de Iniesta a Casillas levantando el mundo al
cielo pudieron pasar horas, minutos y segundos, pero la eternidad que alcanzó
España, la eternidad que alcanzamos todos nosotros, María, José, Pedro, Paco,
David, Daniel, Víctor, Alberto, Luis, Ana, Marta. La eternidad en una estrella
se hizo nuestra. ¿Por qué? Porque nadie pudo parar lo inevitable.
David Lorao @DavidLorao_23
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