jueves, 6 de noviembre de 2014

La magia de Verona

Al norte de Italia, rodeada de colinas y bañada por el meandro del río AdigioVerona se define como un paraíso turístico y de ocio de gran envergadura gracias al arte, la poesía y el amor literario que inspiró a Shakespeare a escribir una de las obras más famosas de la historia: "Romeo y Julieta". Impregnados por su milenaria historia de los pueblos que gobernaron allí, sus íntimos edificios tejen un laberinto de polvo y pasado que nunca lograremos conocer con detalle. En una ciudad donde los símbolos románticos envuelven con magia sus calles, el fútbol tuvo su mágico y romántico momento en Verona en el año 1985. Ese año en el que los 'Scaligeri' (hinchas del Hellas Verona) pusieron a sus pies al fútbol italiano, y consiguieron llegar a la cúspide del éxito y llevar el 'Scudetto' a las puertas del Marcantonio Bentegodi.

Ese año, nada ni nadie pudo parar el desenlace de la Serie A más singular de toda la historia. Aunque el fútbol italiano desprendía calidad gracias a los maestros de la época (Platini en la Juventus, Rummenigge en el Inter, Conti en la Roma, Baresi en el Milán, Passarella en la Fiore, Zico en el Udinese y, recién fichado, la gran estrella del momento, Maradona en el Nápoles); a pesar de todos ellos, el modesto y humilde fútbol veronés - que solamente llevaba 2 años en la primera división italiana - se fue abriendo paso en la Serie A para destronar a todos aquellos mitos y escribir su propia historia.



En campañas anteriores, el conjunto veronés ya se había hecho notar al asomar la cabeza en Europa gracias al cuarto y sexto puesto que había cosechado tras su ascenso a la élite del fútbol italiano (además de llegar a la final de la Coppa Italia en ambos años). Osvaldo Bagnoli, el queridísimo entrenador - del que aún hoy en día se acuerdan en Verona - sorprendió a toda Italia aquel verano de 1984. Con dos fichajes claves para el Scudetto que acabarían ganando, cambió el modelo de trabajo que venía haciendo. Esos dos fichajes fueron el alemán Hans-Peter Briegel, un central que venía del Kaiserslautern, y el danés Preben Elkjaer, un delantero proveniente del Lokeren. La mano de Bagnoli consiguió crear una familia futbolística dentro del vestuario, y así fue elaborando lo que acabaría siendo su gran triunfo. Con Claudio Garella bajo palos y una defensa de 4 formada por Volpati, los hermanos Ferroni y el gran capitán Roberto Tircella formaron la base defensiva del Hellas, siendo el equipo menos goleado de la categoría con solamente 19 goles encajados. En el centro del campo, Antonio Di Gennaro como perro de caza, destrucción y recorrido; a su lado, Briegel, que veía adelantada su posición habitual en el Kaiserslautern, pero que pronto se adaptó a mantener todo el medio campo. En las bandas, Luciano Bruni y Pietro Fanna, ex-jugador de la Juventus. Y en la delantera, a pesar de ser desconocidos, con una aportación de 20 goles en la liga, la pareja Elkjaer y Galderisi.



La leyenda del Hellas Verona no podía comenzar sino a la par que con el comienzo de otra leyenda, la de Maradona en el Nápoles. La victoria por 3-1 del Hellas sobre los napolitanos, con el inolvidable marcaje de Briegel sobre Maradona, jamás será olvidada. El Hellas se acomodó ya en una primera posición que no abandonaría en todo el año. A las pocas semanas de la victoria sobre los napolitanos, la Juventus aparecía para robarles ese primer puesto, pero las esperanzas de la Vecchia Signora fueron completamente borradas con el partido más memorable de un Elkjaer que marcó un gol antológico. En la décima jornada, el conjunto veronés visitaba al Torino, un equipo temible y con el que estaba el liderato en juego. Hellas Verona se adelantó con un golazo de Briegel, pero Dossena empataba antes del descanso. Finalmente, Marangón ponía el sorprendente 1-2 final, en el considerado como el partido más trascendental en el Scudetto del 85.



Pero, como en toda temporada, la crisis del Hellas no se hizo de esperar. Tres empates y una derrota consecutivas hicieron temblar los cimientos del equipo de Bagnoli. La prensa comenzó a sembrar de dudas al conjunto veronés, poniendo en tela de juicio la capacidad del equipo para aguantar la presión en momentos trascendentales. La derrota ante Udinese metió en la pelea por la liga a Nápoles, Torino y Juventus, aunque nadie imaginaba que, a partir de ese momento, ningún equipo sería capaz de frenar a los veroneses. Una serie de victorias que nadie pudo seguir alcanzó su máximo estado de confianza tras aquel partidazo que acabó ganando 5-3 al Inter. El momento más tenso de la temporada, además de aquella pequeña "crisis", llegó con la derrota ante el Torino en su estadio; pero el punto definitivo que le daría el 'Scudetto' al Hellas Verona llegaría en Bérgamo, en aquel empate en el campo del Atalanta por 1-1.


Por toda Italia se extendió la indignación de los que perseguían a aquel grupo y el entusiasmo desmedido de una afición que no estaba acostumbrada al sabor del éxito. El considerado como uno de los triunfos más sorprendentes de los últimos tiempos se instaló en Verona, después de 15 años sin que el Scudetto no se repartiese entre Milán, Turín y Roma.

Ahora, el Hellas Verona ha regresado a la Serie A tras mucho tiempo en la Serie B, la 2ª División Italiana, y nadie parece recordar que, por una vez, por un instante eterno, la ciudad de Verona cambió la magia literaria que impregna sus calles por el mágico aroma de la victoria. El fútbol les hizo inmortales.

David Lorao @DavidLorao_23

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